La búsqueda constante de nuevos retos, oportunidades de enamorarse de la vida y sobretodo de enriquecer la mente, han sido parte fundamental de mi existencia. Escenario 57 es el resultado de sueños que sin ser los mismo coinciden en la necesidad de cultivar el espíritu en todas las dimensiones posibles. El pasado 6 de noviembre llevamos a cabo una noche más de música, cultura y diversión. Música, porque el invitado a deleitar a los comensales fue el bolero, bello, tradicional, romántico y sensual como tan solo el amor verdadero puede ser, y es que hablar de bolero es hablar de amor. El amor que se encuentra o aquel que se va, el que nos alegra los días o el que hace de nuestros segundos siglos de dolor. El amor de buenas y de malas experiencias, el amor ingenuo y el canchero, el que disfruta compartiendo el silencio con el ser amado o el que genera escarnio público. Bolero y amor tomados de la mano danzaron largamente, hasta que el amanecer en complacencia del alcohol y el cansancio nos obligaron a dormir.
Cultural porque aprendí, porque aprendimos diría yo para ser más certero, la esencia del bolero, su evolución y su trayectoria de más de 100 años de existencia que sin más apuro que ser la manifestación de una idiosincrasia con diferentes afluentes sociales, determina el rumbo de lo que, según los expertos en la materia, nos hace latinos, americanos y hermanos. El bolero pues es un ritmo acompasado en cuatro cuartos que involucra a la guitarra, el requinto y los bongoes, el cual ha sido reemplazado por las maracas en algunas regiones del continente hispanoparlante, sin embargo, hablar de bolero es sumergirse en las profundas aguas de un mar de versos y melodías que más allá de incitar a amar, invita a aprender que lo que nos puede parecer popular en el ahora, en el mañana puede ser un clásico.
Quién no ha escuchado esa bella melodía “solamente una vez” compuesta por el maestro Agustín Lara que en muchas ocasiones ha invitado a los enamorados a estar juntos o por lo menos a reconciliarse. Creo que todos lo hemos hecho alguna vez y sin la obligación de que nos guste ha caracterizado miles de serenatas, matrimonios y quien sabe que más acaecimientos. El asunto es que esta canción no fue compuesta para una mujer. Éste bolero, clásico como solo él lo puede ser, fue un arreglo musical que Agustín Lara hizo para despedir a un gran amigo que partía para el seminario. Boleros como “perdón”, que don Vicente Fernández ha hecho tan famoso en su versión ranchera y que hasta el día de hoy es para mí una de las canciones más bellas, “en mi viejo San Juan, cosas como tú” y muchos más, son la herencia que más de cien años de historia nos deja para atesorar con la vida.
Para terminar debo confesar que fue indescriptible la sensación de satisfacción que sentí al ver a todos los invitados a esta tertulia divirtiéndose, recordando y cantando a todo pulmón los versos de las canciones que de una u otra manera generan un recuerdo, una nostalgia o una alegría, y que sin el apabullo de lo que no se pudo hacer, nos liberan y desahogan el alma; es vaciar ese espacio reservado solo para los sentimientos y las emociones que la vida nos obliga a sentir, algunas veces como castigo y otras como galardón. No se alejen, que esto se empieza a poner de ataque. A todos los invitados mil gracias y a los artistas un agradecimiento de corazón por tan espectacular show.
Por
Mario Rodríguez.
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