Y entonces dejamos que el frio nos reposara y la memoria nos engañara, sin reprochar, sin discutir, sin argüir los acontecimientos como prueba de nuestra racionalidad o por lo menos de nuestras convicciones. Se nos detuvo el reloj en otro tiempo que sin espacio y medida solo cobijó vagas historias de amigos, compañeros o simplemente colegas de esta tan inmensa escuela del vivir, que sin precisamente ser un jardín infantil tampoco es la meca de la sabiduría.
Sunday, May 16, 2010
LA CANCION QUE MI HIJO ME DEDICO
Por
Mario Rodriguez.
Una noche, mientras mis ideas se desplazaban por el infinito de la bohemia, las nostalgias y la felicidad de estar con mi hijo, la madre toda ponderosa de la creación, me regaló uno de los instantes más importantes de toda mi vida, o por lo menos, unos de esos momentos que uno quiere que no termine jamás. Y en cierta forma, así es, esos momentos o instantes siempre se van a recordar con mayor intensidad de lo que realmente fueron y según como yo lo veo, eso solo es un sistema de compensación que se emplea para que esas memorias se mantengan intocables por las polvaredas del olvido o las caricias de la indiferencia; sin embargo, esa es otra forma de garantizarnos para el resto de la vida una razón para brindar, tal vez para llorar o quien sabe reír a carcajadas.
Esa noche de la que estoy hablando había empezado de una manera muy singular y por demás llena de buenas intenciones. Que frijoles para celebrar el día de las madres y vino de aperitivo, una combinación de hasta el día hoy ha resultado muy saludable, un poco ortodoxa, pero sobretodo saludable; los antioxidantes del vino mas la proteína de los frijoles, los cuales por supuesto estaban acompañados de los respectivos carbohidratos (arroz, arepa asada y maduro) y por el otro lado la proteína animal (chicharrón y chorizo asado) son, matemáticamente hablando, una combinación perfecta. No quisiera realmente hablar de los ingredientes utilizados en la preparación de los frijoles porque eso nos conllevaría a un sin número de posibles reacciones químicas y por ende potenciales actividades bio-reactivas anómalas para la salud pública que pondrían es cuestión mi propuesta culinaria. Pero como les dije anteriormente, el vino y sus antioxidantes fueron de gran ayuda.
Los comensales empezaron a llegar y el vino se empezó a consumir; una botella, dos botellas, un litro y medio que se fue en menos de cinco minutos. Luego otra botella de vino que resultó como consecuencia de un regalo hecho por los visitantes. Luego, la frijoleada y después otra de “wine”. En su orden consumimos una par de shiraz, una de pinot y otra de cabernet suvinong. Lo malo del asunto, es que de acuerdo con mis cálculos, más del 50% de aquel juguito de uvas me lo consumí sin querer queriendo. Cuando uno celebra y está seguro de que nada malo puede suceder se relaja y disfruta, al menos ese fue mi caso.
Todos los invitados quedaron completamente satisfechos. Que comida tan deliciosa fue el comentario general, y aunque la receta es un secreto de la familia y aunque no la apliqué en su totalidad porque muchos de los ingredientes no se encuentran acá, los benditos frijoles quedaron bien deliciosos. Como a eso de la una de la mañana la gente se puso de acuerdo y todos se despidieron con una sonrisa en la cara y una bomba atómica en la panza.
No sé si es maña mía o consecuencia de la situación, pero una vez entrado en materia de alcohol, parar de beber es algo que resulta bastante difícil, especialmente si la compañía del momento es agradable y además de eso al día siguiente no hay nada más que hacer más que esperar a que amanezca. Mi hijo no bebe y espero nunca lo haga, no porque sea del todo malo sino porque cuando uno asocia el trago y el bienestar de la manera en que yo aprendí a hacerlo, uno se vuelve bohemio, nostálgico, sensible y en muchas ocasiones vulnerable a las mareas de la falta de auto control. Esa parte de beber sin control porque se está pasando bueno fue una lección aprendida a la forma antigua, con sangre. Sin embargo, haber tenido el placer de compartir una velada como la de la otra noche, al lado de mi muñeco fue algo que no voy a poder describir en su precisa dimensión. Cuando Julián y yo compartimos normalmente nos reímos mucho, su sentido del humor es bastante agudo y espontáneo, así que es muy fácil encontrar buenas razones para carcajear sin parar.
Hace poco se cortó el cabello, ya eran casi año y medio sin recorte y sus churcos estaban largos y algo fuera de control. Cada mañana podía percibir su cansancio al tratar de darle una forma decente a su indomable melena que sin yo creerlo le estaba colmando la paciencia. Yo, por mi lado, también llevaba mi tiempito sin visitar al estilista. La diferencia es que mi cabello se está perdiendo en la inmensurable fosa de la caída mientras que a Julián se le refunden sus folículos pilosos en el afán del crecimiento y el desarrollo hormonal. Yo creo que Julián trae una fuerte carga genética de su abuelo materno, don José, quien a sus sesenta y tantos años de edad cuenta con una calidad capilar única. En fin, mi hijo se ha vuelto mi mejor amigo, pero más que eso ha llegado a ser un gran hombre. Él es muy comprensivo y llevadero; es obediente y juicioso, bueno por lo menos eso es lo que percibo y no me creo estar equivocando. Al principio, tengo que ser honesto, el proceso de adaptación me estaba calcinando la calma y la voluntad, pero más vale el amor y el dialogo, de suerte tal que hoy por hoy conversamos un poco más y nos decimos palabras de afecto con más frecuencia y menos timidez.
Yo quería seguir bebiendo. Ya no recuerdo con exactitud cuál fue el último domingo que no iba a trabajar. Julián también estaba contento por la misma razón y noté su deseo de pasar una buena amanecida junto a mí. Cuando uno es un adolescente el tiempo que pasa con los adultos es muy importante. Recuerdo mis amanecidas con mis tíos y tías al son indomable de la salsa, los boleros y las baladas de Nicola y Charles. Esos años fueron mágicos. Amanecer al lado del tío Hugo era un placer y todavía lo es, solo que estamos muy lejos para hacerlo y su salud no le permite más esas canitas al aire. Julián siempre ha compartido con nosotros esos espacios de diversión. Desde muy pequeño le dejamos saber que tenía que dormir con música o ruido y que la opción de llorar no estaba incluida en el manual de pataletas cuando de rumba en la casa se trataba. Cuando la familia se reunía, no había quien cuidara a los niños más que ellos mismos, por lo tanto las rumbas eran todo terreno, unisex y sin tiempo límite. El que se cansaba se dormía y el que se emborrachaba se dejaba a un lado. Cinco de la mañana y arranquemos con Camilo Sesto, Rocío Dúrcal, Juan y Ana Gabriel y luego el charrito negro, los Visconti, Julio Jaramillo y el caballero gaucho. Nueve de la mañana y tómese un caldo para que la amanecida no fuera tan cruel y la cara de vampiro se mimetizara con la de la gente normal. En una ocasión mientras estábamos jugando parques en la sala del apartamento donde vivíamos y cantábamos las rancheras del “chente” oímos un ruido en el cuarto adjunto, nuestro dormitorio. El ruido fue un golpe seco, limpio, como hecho por un profesional. Hicimos un silencio sepulcral a la espera del llanto del “juli” quien para esa época tenía algo menos de nueve meses de nacido. Mil uno, mil dos, mil tres y nada pasó. Nos reímos de tranquilidad y seguimos con el tiro de dados, las pata e’ perros, y las sopladas. Como a las cuatro de la mañana cuando el trago se acabó, decidimos dar por terminada la jornada de esparcimiento. Cuando Margoth, la mamá de Julián y yo entramos en el cuarto pegamos un grito que estaba cargado de pánico, susto, superstición e incredulidad. Julián no estaba en la cama. Cuando el juego de parques empezó pusimos al bebé en el lecho, en el centro del mismo con almohadas a su alrededor para que no se cayera por si decidía voltearse. Después de buscar un rato con mucho nerviosismo, me agaché a buscar debajo de la cama y que sorpresa me llevé cuando vi a don Julián roncando debajo de aquel camastro. Gracias a Dios no le pasó nada, pero esa fue la prueba irrefutable de que el viejo “juli” sería un guerrero de la noche.
El reloj marcaba las dos de la mañana del día en cuestión. Jugando con la computadora y buscando las canciones que queríamos escuchar, Julián me dijo: “has escuchado la canción de Victor Manuel, esa que se llama tiene mi sangre” le respondí negativamente porque la verdad nunca la había escuchado. Me dijo: “escúchala”. Tomo mi computadora portátil y oprimió la tecla “play”. Todos en aquella sala hicimos silencio. A medida que la canción sonaba mis sentimientos se empezaban a derretir y las lágrimas a querer salir. Aguanté la respiración lo más que pude, pero el pecho se sentía oprimido y la garganta congestionada. Cinco minutos y 39 segundos más tarde mi alma brillaba de felicidad y la alegría de ese momento se manifestó de la forma más difícil de reconocerle, llanto. Miré a juli y no quise sostenerle la mirada porque no quería verle llorar, sin embargo, quise abrazarlo y decirle que lo amo con todas las fuerzas de mi corazón.
La canción en su esencia cuenta la historia de un padre a quien por fuerzas ajenas a su voluntad le tocó vivir lejos de su hijo por muchos años, cuántos? No sé, pero me revivió esos cuatro años y medio que tuve que vivir lejos de mi “perrito”. Me perdí, como dice el tema, muchas cosas de su infancia y no estuve allí cuando él me necesitó, sin embargo, siempre lo recordé. Su espíritu y su esencia me mantuvieron vivo las muchas veces que mi travesía por las aguas de la legalización en otro país se tropezaba con el drama, el dolor y la mala suerte. En los momentos que me sentí vencido y me ví derrotado, su imagen portentosa se implantó en mi memoria para decirme con palabras dulces pero certeras, “no es tiempo para mirar atrás, ni mucho menos para rendirse, solo aquellos que resisten y persisten alcanzan sus metas, nadie dijo que iba a ser fácil, pero tampoco nadie dijo que sería imposible”.
Cuál es la diferencia entre cruzar una frontera con papeles y cruzarla a escondidas? Ninguna, especialmente si al otro lado del borde no cuentas con nadie para salir adelante. Nunca he hablado de esto, porque realmente es algo que puede ser mal interpretado, sobre todo por aquellos que tuvieron directa incidencia en lo que me tocó vivir, pero como dice el viejo proverbio “no hay golpe que más duela que aquel que no se espera”. Y es que cuando uno viene a ver la mala memoria nos hace dejar en el olvido hechos muy importantes. Al paso que vamos en unos cuantos siglos Hitler será reconocido como un patriarca alemán que lucho contra las injusticias de un pueblo desalmado que trató de apoderarse del mundo. Quién sabe, a lo mejor sí porque como vamos estos benditos judíos nos van controlar a su antojo. Pero bueno esa es harina de otro costal que ahora no quiero polemizar, lo importante del asunto es que maduré como hombre, como ser humano, como ente espiritual en procesos de evolución y aprendizaje; maduré a tal punto que me encontré respondiendo muchas preguntas y haciendo otras tantas a mi conciencia y mi corazón. Me sentí iluminado, como re descubriendo un mundo que siempre había estado allí, pero que desafortunadamente no podía ver.
La canción que me hijo me dedicó fue la prueba fehaciente de que él ha sufrido, que él ha estado pagando las consecuencias de mi pasado, de mis equívocas decisiones. Cómo suponer la consecuencias de cada decisión que uno toma en el futuro inmediato? Mejor aún, como suponer la consecuencias a largo plazo? Cada movida en el ajedrez hoy, define una juga en la vida mañana. De todo corazón espero estar tomando las decisiones correctas y más que eso estar sembrando en Julián las correctas semillas, esas que cuando deciden florecer dejan en el ambiente la satisfacción de un ser hermoso, pero además de ello, con frutos listos para consumir si se necesita y con ramas fuertes para uno soportarse si es la situación.
La canción que mi hijo me dedicó me dejo en el alma la tranquilidad de tener como heredero a un hombre lleno de buenos sentimientos, con fina atención a los detalles, esos pequeños instantes en la vida de cada quien que festejan nuestra naturaleza social pero en especial nuestra esencia emocional, esa parte de nuestra biología que nos distingue entre las demás especies. Te amo hijo, gracias por celebrar la vida conmigo como tu padre y como tu amigo.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment