Los recuerdos se implantaron en mi memoria, solo que me había olvidado de eso. Decidí tomar una siesta, porque sabía que la noche a su lado tendría un inicio, pero una incierta franja final. De acuerdo a lo conversado, yo sería recogido a las diez, la hora en que la noche se hace joven y voraz para envejecerse a cada segundo, con la esperanza de morir, sin dolor y mientras duerme, en los brazos cálidos del nuevo amanecer. Ahora que lo recuerdo como parte de mi relato, acabo de darme cuenta que esa fue la primera vez que una hermosa mujer llamada alegría me invitaba a viajar de copiloto, como edecán y a una rumba caleña.
Programe la alarma de mi teléfono para que sonara 30 minutos antes de la hora cero. Fue fácil hacerlo así, ya que mi rutina diaria de relumbrón es bastante breve y no difiere en mucho de los otros pres, y por lo tanto podría descansar un poco más. Nada de gel, nada de maquillaje. Treinta minutos más tarde recibí una llamada telefónica informándome que la hora cero se posponía otros treinta minutos. Aunque no inquirí en las razones de aquella solicitud, se vinieron a mi indulgente memoria, las tantas similares llamadas que por uno u otro motivo yo mismo hice tiempo atrás. Es acaso que parte de crecer es vivir lo que uno hizo pero al revés? Mejor dicho, será que el refrán “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan” se aplica inversa pero proporcionalmente con el pasar de los años? A ver, como sonaría eso?... “todo lo que le hiciste a los demás se te hará algún día”. Bueno si ese es el caso, que bueno, porque así voy a recibir un resto de invitaciones a rumbear, a motelear, a cenar, a tirar en la silla de atrás del carro, a estudiar para los exámenes de matemáticas, a almorzar en la casa cuando los papas no estén y perdernos en los potreros con la excusa de una caminata ecológica. Viéndolo bien y con un poco mas de cabeza fría, también me van a endulzar el oído, me van a sacar el culo y me van a decir que se me daño el teléfono, que tan raro no vi ninguna llamada tuya, la puntica no mas…. Bueno eso no, gracias a Dios, pero tranquilo que solo va a pasar lo que tú quieras que pase y todo lo demás que dije, hice y deje de hacer….. La cosa esta peluda. Bueno ojala que ese refrán no se aplique tan al pie de la letra.
Una vez vencido el nuevo plazo, mi teléfono sonó. En esta ocasión, un pequeño escalofrío recorrió mi nuca y una leve sensación de víscera flatosa alcanzo a albergar la cuita de una cancelación. Conteste con la premura de aquellos años joviales en que el amor más que ser un derecho o una necesidad era un centro de experimentación nuclear. Su voz, cordial y parsimoniosa, me dejo saber que se encontraba esperándome abajo, justo al lado mi automóvil.
Aquel encuentro, sería el tercero en siete días, algo bastante poco inusual en una relación de amigos que nació de la coincidencia estelar y del azar del destino; o tal vez no? Debo admitir que el alboroto de mi corazón y el sudor de mis manos mermo cuando contemple su rostro limpio, repleto de felicidad y estupendamente hermoso. Así que mientras ella conducía y yo acomodaba mi euforia en el rincón de la calma, empezamos a platicar, de todo mucho y de poco nada, hilando historias de aquí y de allá y acomodando bromas simples para dejar que los nervios se confundieran al compas de una conversación pura como siempre, sin afán y con la claridad de un verbo activo conjugado en tiempo presente, simple por demás y en plural. Aprendimos que los pretéritos indefinidos y los pluscuamperfectos no pertenecen más que a la historia, y si bien esta no debe ser olvidada, por lo menos no tiene que ser mencionada, no, cuando la incertidumbre es nuestra mucama.
Somos los que pensamos. Nuestras vidas son el perfecto reflejo de nuestros constantes pensamientos. Por eso, nos pensamos bellos, y nos supimos gratos, añorados y en especial queridos. Por eso estábamos allí, porque habíamos incurrido en el delito de encontrarnos a destiempo en el lugar exacto pero en el ano equivocado, cuando todavía algunas cicatrices se encontraban abiertas y en especial sangrando. Que vaina, que desdén, si es que las ataduras no son más que lazos que uno mismo hala hasta detener el flujo normal de ideas del ombligo hacia a la cabeza; bueno eso fue lo que el poeta pudo concluir. Sin embargo, paramos de suponer y decimos asumir, y así, de palabra en palabra y de paso en paso, terminamos levantando el picaporte color oro de aquella puerta blanca.
El recibimiento en aquella reunión fue impecable. Una grata bienvenida, seguido de un mucho gusto conocerte, y de fondo la inmensurable belleza de mi tradición afro caribeña, mi salsa amada, que mas que ser acompañante de mis comidas preferidas, ha sido la mentora de mi actual yo. Me impresiono todo de aquel lugar, la gente, las nuevas letras que podía percibir y esos nuevos sonidos que retumbaron en mi esencia como aquel hijo que retorna a casa después de un viaje muy largo y los gritos de emoción se impregnan de lagrimas y las sonrisas se apoderan de los rostros y todos a la vez gritan de felicidad por verle una vez más. Si, confieso que me sentí feliz de estar allí, con ellos, con todos esos perfectos desconocidos que se convirtieron en mis hermanos tan pronto ajuste la puerta blanca detrás de mí. Fue como dejar otra vida acampando en la orilla de un rio grande, mientras mis nuevas experiencias se empezaban a engravar lentamente en la madera de un bote llamado ilusión.
Nadie bailaba, así que decide esperar, no quise parecer niño con juguete nuevo. Decidí mirarlos y contemplarlos para que sus imagines se plasmaran lo más claro posible en la raíces de mi memoria, solo en caso de que nunca los volviera a ver. Los quise, los admire por el acto heroico de conservar las tradiciones y por la nobleza enorme de ser familia. No sé cómo paso, no percibo las razones de aquella sensación, pero los quise a todos y desee ser más ellos y menos de mí. Tal vez estoy equivocado, tal vez todo pasó gracia a ella, a mi hermosa alegría, quien tuvo el valor, la decisión y el arrojo de tomarme con ella y ponerme en aquel lugar, en aquel instante. Si, ahora que una vez más reviso los sucesos desde la mansedumbre de mi computador y la sensatez del frio, me doy cuenta que alegría fue quien hizo de mi noche nuestra noche.
Que como te sientes? Que quieres tomar? Y de pronto la timidez de un chiquillo quiso aparecer para hacerme decir: “no gracias, así estoy bien”, cuando sin esperarlo, así de repente y sin previo aviso, un viejo amigo, locura, se acerco y me saludo: “hola hermano bienvenido, por fin estas aquí otra vez.
Las melodías se empezaron a incrustar en mi esencia, en la base de mi homo demens y en la inocencia de mi memoria veintenar. La necesidad de moverme me hizo sentir feliz. Alegría estaba radiante de alegría, yo lo podía percibir, su sonrisa, su mirada, su cadencia pero sobretodo su olor, me dejaron saber que estábamos allí, los dos, dispuestos a vivir hasta el último segundo de aquel momento, de antemano irrepetible y por ende muy singular, como si fuera el ultimo de todos en nuestras existencias.
Los movimientos nos levantaban, en algunos pasajes dejamos de bailar para ser bailados por otros cuerpos, ardientes también por la sabrosura de aquellas melodías nacidas de nuestra sangre musical, que en medio de la euforia colectiva acompasaban nuestros quiebres con el tumbao, tan de ellos y de su practicar.
Así transcurrieron las horas, y la comida fue servida, las bebidas bebidas, y los pasa- bocas pa’ las bocas. El licor circulaba abundante y gracioso, permitiendo a los presentes desatar la vida y darse a vivir. La música se deslizaba entre sus pieles cual masaje hídrico en espalda rota, provocando carcajadas y nuevamente mi alegría sin fin. Los mire, atónito de tanto sabor, de tanto calor, de tanto danzón. Su apuro, su afán, su deseo de no dejar de bailar ratificaron el mío propio, el que deje de complacer mucho tiempo atrás cuando creí que eso ya no era para mí. Las melodías se fortalecían a cada sorbo de alcohol, y las temperaturas incrementaban de forma exponencial. El tequila, el sofoco, el vaho y el sudor fueron la razón; a lo mejor otra vez estoy equivocado, y solo fue mi alegría quien se apodero de mi sistema endocrino y me lo hizo bullir hasta hacerme sublimar algunas ideas agrestes de deseo y pasión.
El sudor banaba mi espalda, mi rostro, mis pies, mi cuerpo entero, y así como caricia bendita provista de no sé donde, alegría me limpio con sus cálidas, tiernas y también sudadas manos mientras su aliento fresco y con aroma a anís mitigaba mi cuello húmedo de los apuros del bochorno. Los compases, la percusión, las carcajadas y los cantos a todo pulmón se hicieron más comunes; las inhibiciones se descarrilaron súbitamente al caer en ese indefinido rodadero de las nostalgias y el alcohol y como resultado final la fuerza del desquicio acampanó las melodías del desamor que se acoraron cual tarde soleada de llanto y viudez. Las voluntades habían perdido su voluntad y sus ánimos ahora se encontraban cual velero en aguas mansas, dispuestas a seguir la corriente del aire que soplara. Una pena, un dolor o una querella evocada por una canción y de pronto como si nada hubiera pasado, un salto de alegría y de vuelta al danzón, al sublime placer de expresar la belleza del tambor y la percusión de un son con el cuerpo.
No supimos si el tiempo pasó, si eso sucedió en realidad o si tan solo fue un sueno loco y casi real, de esos que uno tiene cuando está creciendo y que le dejan como recuerdo el calzón mojado y mucha satisfacción; las memorias tienden a perderse en un laberinto de imagines no fieles a la realidad y que en la mayoría de mi relato vendrían a ser una exageración de los verdadero hechos. Lo que aconteció a nuestro alrededor no fue muy claro, no sé si hubo una pelea, o si el señor de la camisa blanca vomito en el equipo de sonido; no sé si el señor de la música estaba llorando o si el licor se acabo y alguien salió a comprar más; no sé si la comida estaba sabrosa o si la ensalada se sobre adobo; no sé qué ocurrió, solo puedo afirmar que alegría estuvo a mi lado y que su mirar capturo el mío en un dialogo indefinido de palabras imaginarias imposibles de pronunciar, imposibles de escribir pero diseñadas para ser acción. Nuestros argumentos se encolerizaron por la premura de ideas propias que no querían ser refutadas, sin embargo, después de tanto ir y venir en la mesa del querellante, nuestras frases inventadas pero silenciosas encontraron las conjunciones exactas, la puntuación perfecta y rimas mejores hasta dejar que nuestros labios terminaran conversando a una sola vez, en un mismo tiempo y con idéntico sabor.
Quisiera describir en detalle cada instante de aquella noche, pero mis apuntes han sido borrados, tal vez porque no los tome, solo los imagine; los pensamientos que tuve y que quise manifestarle terminaron perdidos en las mazmorras de mis intenciones ya que el estrepitoso pero ameno sonar de la música cohibió mis prosa y enmudeció mi balbuceo. Solo se, que amanecí sentado a su lado deleitando su exquisito salivar, tórrido y jadeante como el mío, acurrucado en las sensacionales y místicas caricias de un beso y con un mariposeo estomacal sinfín, el mismo que me impulso a buscar mi destino cuando apenas rompía mi cascaron y que aquella madrugada me devolvió la fuerza moza de años previos de equivoco explorar e irresponsable vivir.